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En la playa de Manta  

Francisco1980A 43M
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10/9/2022 7:53 am
En la playa de Manta


La encontró caminando por el sendero que conduce a la playa. Los restaurantes dispuestos en semicírculos marcaban el camino y lucían sus menús. Los platos se repetían al igual que las ofertas de los “enganchadores”. Miró para otro lado y ella reía distraída con una amiga un poco entrada en carnes, pero igual de atractiva. Fabián no dudo y se acercó. Sabia bien que con casi metro ochenta, su cuerpo casi sin grasa, que sin ser atlético estaba bien formado, no pasaría desapercibido al igual que su barba, a quien cariñosamente la llamaba el anzuelo. Ya había perdido la cuenta de cuantas chicas había enganchado con su barba negra y espesa.
Se acercó y les soltó un hola, en un tono entre descuidado y coqueto, que acompañó con una sonrisa. Ellas le devolvieron el saludo y de inmediato el les preguntó donde se comía mejor y cual era el plato estrella, el que no debía dejar pasar en Manta.
Ellas se miraron con picardía: el del final es bueno y a mi me gusta (mientras decía eso Sabrina le miró a los ojos) ceviche de pescado.
El mantuvo la mirada y le agradeció (sí, se hizo el desentendido para medirle a ella).
Sabrina advirtió que debajo de la camiseta había un ejemplar de pelo en pecho, como le gustaban. Se dijo este “man” está para un buen rato, me gusta. “Le pruebas y nos cuentas. Vamos a estar en esa sombrilla amarilla”.
Fabián le agradeció y se fue a comer.
Sabrina no atinaba a pensar, el cosquilleo en su vientre le anticipaba un buen momento. Su amiga Claudia le dijo, vamos. Ella respondió que no, que esperaría un rato a ver si regresa y su amiga le replicó que tenga cuidado “vaya a ser un maniático”. Ojalá sea un “maniático sexual, no he cogido dos semanas y este me puso”.
Fue pacientemente a sentarse en el parasol amarillo, con su libro anti izquierdosos “La traición progresista”, que ya había leído, pero que le gustaba repasar cada que podía.
Solía comentar con sus amigas, que lo que se secaba la entrepierna, no era la falta de vellos si no que salgan con alguna babosada de los progres. Que se podía tirar a uno de derecha, pero no a un neohippie de izquierda que aun crea que Rusia es comunista o que hay que luchar por el lenguaje inclusivo.
A penas si esperó media hora y Fabián llegó con una sonrisa encantadora. Y empezaron a charlar. El vio el libro, como ya lo había leído, dio rienda suelta a sus comentarios sobre la cultura de la cancelación y “tantas pendejadas que se inventan ahora para distraernos de los importante”.
- Qué es lo importante, rezongó Sabrina, al ver que ella estaba ahora a prueba. Ya le empezaba a caer mal por sabelotodo.
- El conocernos es lo importante. Verás voy a una reunión hoy a las 17:00. Luego de eso, si tienes tiempo, vamos por una cerveza.
Le gustó que sea directo, le gustaron sus manos y logró vislumbrar el bulto entre sus piernas. Sí, estaba caliente, pero no le podría así de fácil.
- Quedamos con mis amigas en salir. Me llamas, si terminamos rápido nos podemos ver. Y le dio su tarjeta: Sabrina Palermo, abogada.
Al retirar la tarjeta de las manos, Fabián, se dio modos para tocar como por accidente sus dedos con uñas pintadas de lila y bien cuidadas.
- -Qué hace una abogada un jueves temprano en la playa?
- -Eso te cuento si nos vemos.
En la noche no hubo tal reunión de amigas y ella se preparó para el encuentro. A las 20:15, el le llamó y acordaron encontrarse en uno de los nuevos bares de Manta.
Llegó puntual y ella lo observaba desde la barra.
Apenas se vieron se acercaron. Pidieron una cerveza y empezaron a charlar de un tirón. El tipo parecía mas interesado en sus respuestas que en ella.
“Creo que es gay… No le he pillado viéndome el escote ni ha insinuado nada”, pensaba para si Sabrina.
De improviso, él le tomó de la mano y le dijo. Me aburre, vamos para otro lado.
A donde dijo sin prestar atención.
Ya en el auto de ella, el le vio a los ojos y le dijo. Un momento y le estampó como un cromo un beso.
La evaluación: lengua juguetona, roce de la barba y manos firmes. Si quiero. Dijo Sabrina y le correspondió con otro beso un poco más largo.
El empezó acariciando su espalda y al sentir su piel desnuda justo entre sus omóplatos, paró en seco y le dijo vamos a mi hotel.
Estaban cerca de las cabañas Balandra, cerca de la playa de la mañana, entraron sin problema y se parquearon bajo una de las cabañas. El era todo un caballero, le abrió la puerta y le trató con delicadeza.
En los últimos instantes de cordura que le quedaban a Sabrina, compartió su ubicación en tiempo real a Claudia. Si no llamo hasta las 02:30 llámame.
Apenas pasaron la puerta, le ofreció una copa de vino. Un Chardoney que había dejado enfriando. Ella aceptó la copa, pero el ya se había acercado hasta su cuello desde la espalda, y le besó suavemente en la base de la nuca. Se estremeció y sintió sus manos grandes en la cintura. Trató de darse la vuelta, pero el la sostuvo y raspó con su quijada, con su barba toda la espalda. Al llegar a sus nalgas, las apretó con delicadeza y la le dio la vuelta.
Ella se dejaba hacer. Esperaba su turno y empezó jugueteando con sus vellos, mientras besaba su cuello y tocaba sus nalgas para atraerle hacia si.
Bajó su mano y abrió el pantalón. El bulto estaba de tamaño considerable, se dijo. Y lo acarició. Intentó seguir estrujándolo, pero el le alzó el vestido y la condujo hacia la cama. Le recostó y empezó a mordisquear sus pezones con destreza, mordía lo suficiente para excitarle más, pero no para hacerle daño.
Hizo un largo sendero zigzagueante hasta su pubis y se debió a sus muslos que separó con firmeza.
Fabián estaba concentrado. Exploraba cada centímetro de esta manaba a conciencia. La disfrutaba, pero al llegar a su pubis, su olor a hembra con deseo le aceleró más y puso su verga tiesa. Su técnica de besarles hasta que pidan que les penetren, la había usado varias veces y le garantizaba en el mejor de los casos una repetición y con Sabrina, quería algunas veces más. Entonces se dedico a morderle los muslos despacio y luego a lamerle la vulva que ya estaba muy húmeda y caliente. Luego de succionarle la parte alta, introdujo un dedo y Sabrina se contorsionó… repitió el movimiento varias veces mientras besaba, mordía y succionaba sus labios menores hasta que ella lanzó un grito ahogado. Y se paró en frente con su miembro erecto. Ella lo vio y empezó a besarle, a morderle y a juguetear con sus testículos.
El le dejó hacer un momento. Luego la alzó y le abrazó desde la cintura ella se colgó de su cuello y se acomodaron. Su verga entró con el de pie y empezó a saltar, clavando su pene hasta el fondo. Ella se sujetaba con fuerzas con sus piernas entrelazadas en la espalda.
Empezaron a sudar y a cambiar de ritmo. Ella jugaba con sus vellos, rozaba su barba y pedía que no parase.
El la besaba y mordisqueaba con suavidad sus orejas, su cuello.
En minutos cambiaron de lugar. El se tendió con boca arriba en la cama y ella se sentó a horcajadas sobre su miembro erecto. Con destreza encajó su pene en su<b> vagina </font></b>y empezó a menearse suavemente, de improviso el se flexionó y la levantó con su pelvis, llegando con su verga hasta lo más profundo de su<b> vagina. </font></b>Rozó el cuello del útero y la estremeció. Ese momento se acordó que no usaban condón. Ni por mala broma pensó en parar y al bajar trazó círculos con sus caderas a un ritmo cada vez más acelerado. En una de sus vueltas sintió sus testículos cerca de su culo. Se estremeció al topar con su ano esta fracción del escroto. El la dejaba hacer mientras sus manos se alternaban entre los senos con “pezones duritos” y sus caderas.
El la frenó en seco y la puso sobre la cama. Le abrió las piernas y la penetró muy despacio, rozando primero con su glande su clítoris y los labios mayores, luego los menores. Sabrina se contorsionaba del placer, le gustaba sentir que no controlaba la situación. La penetro primero suave y luego con fuerza, varias veces mientras sus piernas levantas, apena si se sostenían sobre sus rodillas. Gemía y pedía más.
Sus manos se deslizaron a sus nalgas y luego topó con su índice el ano, presionó un poco y Sabrina se estremeció.
Siguió jugueteando con los dedos en el ano y notó que su verga se ponía más tiesa aún. Paró en seco y le puso de espaldas. Sus nalgas formaban un corazón invertido. Y empezó a introducir su pene con fuerza, mientras le sujetaba de la cintura. Estaba tan mojada ella, que el escroto estaba empapado. No disfrutaba mucho el estar en cuatro patas, pero esa vez estaba a gusto

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